Venecia da la bienvenida a la Navidad con la inauguración este domingo del pesebre más grande del mundo, una monumental obra de 332 metros cuadrados que contará con más de 2.950 figuras y 400 edificaciones. La instalación fue puesta en marcha en el Santuario San José y, este año, rinde homenaje a las víctimas de la trágica avalancha que afectó al pueblo en junio pasado.
El pesebre de Venecia es una obra que, al contemplarlo, parece abrir un gigantesco libro de cuentos, donde cada detalle tiene una historia que contar. En el fondo, una cueva iluminada por estrellas marca el lugar sagrado del nacimiento de Jesús, mientras que alrededor de esta escena se despliega un microcosmos que fusiona historias bíblicas, escenas de la vida cotidiana antioqueña y hasta personajes de cuentos infantiles. En este espacio único, lo sagrado y lo cotidiano se entrelazan, permitiendo que un campesino paisa comparta espacio con los Reyes Magos, o que un río de papel aluminio conecte el portal de Belén con la casa de Blanca Nieves.
Este pesebre, que se extiende como un pueblo en miniatura, utiliza 2 kilómetros de cableado eléctrico y presenta 2.950 habitantes, junto a 400 edificaciones construidas con materiales como madera, tejitas y baldosas a escala. Pero lo que realmente sorprende son los detalles que dan vida a la obra, convirtiéndola en una experiencia visual y emocional.
Luis Fernando Betancur, arquitecto y creador de esta maravilla, lleva más de 20 años dedicados al montaje del pesebre, un trabajo que se ha convertido en un ritual personal. Cada año, Betancur dedica un mes completo a construir este universo en miniatura, anotando en su bloc de notas nuevas ideas para incorporar en futuras ediciones. Su primera obra, realizada en los años 80, fue donada con la ilusión de que su pasión por los pesebres creciera a lo largo de los años, y hoy se ha consolidado como una tradición emblemática.
Cada figura del pesebre, tallada a mano y cuidadosamente seleccionada, cuenta una historia única. Hay desde un zapatero con su martillo y banco, hasta una modista con hilo y aguja, o incluso un sepulturero, quien recuerda que la vida y la muerte también forman parte del relato de la comunidad.
Este pesebre no es solo una obra monumental, sino un homenaje a las pequeñas historias que componen la vida de un pueblo. Cada Navidad, el pesebre de Venecia invita a recordar, imaginar y celebrar las maravillas de lo cotidiano, transportando a los visitantes a un mundo donde la tradición y la creatividad se encuentran en cada rincón.