Hoy, 16 de abril, recordamos uno de los episodios más trágicos y menos conocidos de la Segunda Guerra Mundial: el hundimiento del Goya, un barco hospital alemán convertido en buque de evacuación, que encontró su destino final en las frías aguas del mar Báltico.

Aquella noche, mientras la guerra alcanzaba sus días finales, un submarino soviético torpedeó al Goya. En cuestión de minutos, el barco se partió en dos y desapareció bajo el mar. Se estima que cerca de 7,000 personas perdieron la vida, convirtiendo este naufragio en una de las mayores tragedias marítimas de la historia.

Hoy, 80 años después, su historia sigue siendo un testimonio doloroso de lo que la guerra deja atrás: no solo ruinas y números, sino miles de vidas, sueños truncados, familias enteras que se desvanecieron sin dejar rastro más allá de las olas.