Un hombre en el municipio de Bello, Antioquia, aceptó su responsabilidad en el asesinato de un adulto mayor de 72 años, tras asegurar que la víctima le practicaba brujería. Ricardo Emiro Montoya Ramírez, de 56 años, fue condenado a 16 años y cuatro meses de prisión tras llegar a un preacuerdo con la Fiscalía.

El homicidio ocurrió el 14 de julio de 2023 en el barrio Villas del Sol, donde Montoya Ramírez atacó con un cuchillo al anciano tras una discusión. Según su testimonio, el crimen fue motivado por la creencia de que la víctima le había hecho brujería para afectar su negocio. El agresor fue capturado en mayo de 2024 y, tras permanecer en prisión, aceptó su culpabilidad.

Este caso se suma a otros incidentes en los que creencias en brujería han sido utilizadas como justificación para crímenes en Antioquia. En recientes operativos contra estructuras criminales en el Valle de Aburrá, las autoridades han encontrado evidencias de rituales de magia negra utilizados por bandas delincuenciales para supuestamente protegerse de sus rivales y de la acción policial.

Un caso emblemático se presentó en septiembre de 2024 con la desarticulación de la banda delincuencial Robledo. En esta operación, se descubrió que su líder, apodado «El Brujo», realizaba rituales con los miembros del grupo para predecir el desenlace de sus actividades delictivas. Este individuo está vinculado a homicidios y desapariciones forzadas, cometidas bajo un supuesto contexto de «protección espiritual».

Por otro lado, en municipios como Puerto Nare, se han reportado casos en los que estafadores se han aprovechado de creencias populares para robar grandes sumas de dinero. En octubre de 2023, un comerciante fue víctima de un fraude de 69 millones de pesos, bajo la promesa de multiplicar su dinero mediante rituales de santería. Las autoridades identificaron al menos 15 casos similares en la región, donde falsos chamanes han logrado estafar a múltiples personas.

Las autoridades han expresado su preocupación por el impacto de estas creencias en la seguridad y el orden público. La combinación de la superstición con la criminalidad sigue siendo un desafío en la región, requiriendo mayores esfuerzos en educación y prevención para evitar que la ignorancia y el miedo se conviertan en motores de la violencia.