•La Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas y un grupo de desmovilizados la encontraron en el cementerio de Tumaco.
En septiembre de 2012, María, una joven de quince años del pueblo indígena awá, emprendió un viaje con sus primos para celebrar su cumpleaños junto al mar. Sin embargo, ese día se convirtió en el comienzo de una década de incertidumbre para su familia.
En el Piedemonte Costero de Nariño, una región marcada por el conflicto armado, María y sus primos desaparecieron mientras recogían guabas. La angustia se apoderó de su madre, quien se aventuró por caminos inciertos, solo para encontrarse con un grupo armado que había reclutado a los tres jóvenes.
Los diez largos años de agonía finalmente encontraron un rayo de esperanza cuando la familia se acercó a la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas. A través de testimonios de excombatientes y el apoyo de organizaciones como la Corporación Reencuentros, se reconstruyó parte del trágico camino de María.
La investigación reveló que un operativo militar en diciembre de 2012 podría haber resultado en el fallecimiento de María. Los cuerpos, inicialmente no identificados, fueron trasladados a Medicina Legal y sepultados en el cementerio de Tumaco. Además, se descubrió que uno de los primos falleció en circunstancias separadas, aún sin ser encontrado.
Sin embargo, la esperanza brilló cuando se supo que uno de los primos sobrevivió y fue testigo crucial en la búsqueda de María. Su testimonio fue fundamental para la Unidad, permitiendo estrechar el área de búsqueda y, finalmente, localizar el lugar donde yacía el cuerpo de la joven.
Tras una intensa labor del Grupo Interno de Búsqueda, Identificación y Entrega de Personas Desaparecidas (Grube), se confirmó la identidad del cuerpo exhumado como el de María. La UBPD y el Grube, trabajando de manera colaborativa, entregaron los restos a su familia en un emotivo ritual en su territorio ancestral.
La ceremonia de entrega, en la que se sembraron los restos siguiendo las costumbres awá, contó con la presencia de varias organizaciones y autoridades indígenas. Fue descrita como un momento de alivio para la familia y de paz para la Madre Tierra, una sanación a través del retorno de sus seres queridos.
«Contribuimos con nuestra sabiduría ancestral en la búsqueda de nuestros seres queridos y otros desaparecidos. Vivir en armonía con la tierra es fundamental para nosotros, defendiendo la dignidad y los derechos de las personas», afirmó una líder de la comunidad, cerrando así esta dolorosa pero reconfortante historia de reunión y paz.