Bogotá se encuentra conmocionada tras la muerte de dos estudiantes del colegio Los Nogales y el grave estado de salud de otros dos jóvenes, intoxicados con talio, un químico altamente tóxico y casi en desuso. La tragedia se desató tras una reunión en un apartamento del norte de la ciudad, donde compartieron alimentos y bebidas sin sospechar que terminaría en una pesadilla.

Horas después, los adolescentes presentaron síntomas como vómito, dolor abdominal, pérdida de coordinación y afectaciones neurológicas. Las pruebas médicas confirmaron la presencia de talio en sus cuerpos, un veneno sin sabor ni olor, históricamente usado en raticidas y envenenamientos difíciles de rastrear.

La sustancia, prohibida en muchos países y restringida en Colombia, no es de fácil acceso, lo que ha generado inquietud sobre cómo llegó al entorno de los jóvenes. La Fiscalía, junto a Medicina Legal y la Policía, adelanta una investigación prioritaria, mientras toma muestras y analiza cada pista para determinar si se trató de un acto intencional.

El caso ha encendido alarmas sobre la seguridad de los adolescentes, el control de sustancias tóxicas y los riesgos silenciosos a los que pueden estar expuestos. Padres de familia y autoridades educativas exigen respuestas claras, mientras el país observa con angustia el desarrollo de una historia que revela un peligro hasta ahora invisible.