El pasado sábado 29 de marzo, Urabá fue el escenario de un evento profundamente conmovedor y transformador. De la mano de Comfama, y el apoyo de Unibán, Greenland, Agrícola Sara Palma, Agrícola Santamaría y Sintrainagro, 350 mujeres trabajadoras del sector bananero, en su mayoría afiliadas a la caja de compensación Comfama, participaron en un espacio de reflexión y empoderamiento, liderado por la activista Natalia Ponce de León.

Este encuentro, realizado en el marco del Día Internacional de la Mujer y el Mes de la Mujer, reafirmó el compromiso con la equidad y la inclusión en un territorio donde el 7% de la población bananera está conformada por mujeres, quienes se dedican a labores de siembra y cultivo.

Esta jornada permitió visibilizar las realidades de la violencia de género y, sobre todo, se convirtió en un espacio de reconciliación y sororidad, pues las asistentes compartieron sus historias, encontraron apoyo en sus compañeras y se dejaron conmover por el mensaje de resiliencia, amor propio y fortaleza que Natalia Ponce de León transmitió con su testimonio. «Me quemó el cuerpo, pero no el alma», expresó con determinación, mientras sus lágrimas y la admiración del público se entrelazaban. Su intervención tocó fibras profundas, despertando conciencia sobre las múltiples formas de violencia que acechan a las mujeres y la importancia de reconocerlas, denunciarlas y erradicarlas desde la educación y el hogar.

Comfama, con su firme compromiso de generar bienestar y transformación social en el territorio, demostró una vez más su papel clave en la creación de espacios seguros para el desarrollo femenino.

Gracias a la alianza con empresas del sector bananero y organizaciones sindicales, este evento no sólo entregó herramientas para el empoderamiento, sino que dejó en cada mujer la certeza de que su voz es esencial para el cambio social. Este encuentro fue más que una conferencia: fue un llamado a la acción, a la empatía y a la construcción de un futuro donde las mujeres de Urabá puedan vivir sin miedo y con dignidad.

La invitación quedó abierta: reconocer las señales de violencia, denunciar, educar desde el hogar y, sobre todo, proteger el derecho de cada mujer a una vida libre y plena.